La declaración de guerra había sido ocultada por Mitre unas semanas, a fin de alimentar la indignación por el ataque paraguayo "a traición”, y cohesionar a su alrededor a las provincias argentinas y a algunos caudillos — como Justo José de Urquiza — que consideraban que ello sería una guerra fratricida entre Argentina y Paraguay. Paralelamente, enardeció los ánimos argentinos la noticia de que algunas mujeres correntinas habían sido raptadas y llevadas a Paraguay.
Al recibir el anuncio de la invasión paraguaya, Mitre pronunció una arenga, exigiendo la colaboración de toda la población a lo que presentaba como una agresión injustificada en plena paz. Su discurso terminó con una frase que se haría famosa por el optimismo exagerado que demostraba:
"...en veinticuatro horas a los cuarteles, en quince días en Corrientes, ¡en tres meses en Asunción!"
Pocos días después de conocida la invasión a Corrientes, el 1 de mayo de 1865 se firmaba en Buenos Aires el Tratado de la Triple Alianza, que se mantuvo secreto. Los historiadores revisionistas afirman que el carácter secreto del tratado se debe a que, aunque la Alianza no era "contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno", en definitiva sería la nación paraguaya quien pagaría por la guerra. En particular, el artículo 14 especificaba que los aliados exigirían al Paraguay
"el pago de los gastos de la guerra que se han visto obligados a aceptar, así como la reparación e indemnización de los daños y perjuicios causados a sus propiedades públicas y particulares y a las personas de sus ciudadanos."
Igualmente, el artículo 16 especificaba que se fijarían los límites del Paraguay de forma tal que tanto el Brasil como la Argentina incorporaran la totalidad de los territorios en disputa. Los artículos adicionales agregados en forma de protocolo especificaban también el reparto de botín de guerra y todas las armas del país, así como la destrucción de las fortificaciones paraguayas.
Ninguno de los tres aliados estaba realmente preparado para la guerra, pero les era útil por razones internas. El Brasil estaba atravesando desde octubre de 1864 una seria crisis comercial y financiera, con quiebras de numerosos bancos; por otro lado, el Reino Unido había roto relaciones por un incidente naval, y había humillado al gobierno liberal, obligándolo a firmar un tratado desventajoso. El gobierno brasileño, por consiguiente, necesitaba distraer de cualquier modo a la opinión pública de esas crisis.
Por su parte, tanto el gobierno argentino como el uruguayo habían llegado recientemente al poder y no habían logrado unificar el sentimiento de autoridad en torno suyo, contando con repetidas insurrecciones en el interior – en el caso argentino – y en la capital – para el Uruguay. La guerra permitiría galvanizar el sentimiento de unidad nacional detrás de sus gobiernos.57 El objetivo fue alcanzado en cierta medida, tanto en el Uruguay como en la Argentina: la guerra fue muy popular — al menos en un principio — en la ciudad de Buenos Aires y en zonas cercanas, como Rosario, en donde la prensa hacía fuerte propaganda a favor de Brasil.
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